Hablarle a la pared o protestarle a un muro: la resistencia venezolana a dejar el río Bravo - Nortedigital

2022-11-10 16:00:37 By : Mr. vincent LU

La comunidad venezolana en Juárez se resiste a regularizarse, a albergarse y a ceder ante las políticas migratorias de Estados Unidos

Desde el 25 de octubre, no hay día igual al anterior en la orilla del río Bravo en Juárez. Ayer no fue la excepción. La carpa inmensa que habían instalado desde la semana pasada ya no estaba, ni los baños portátiles que venían con ella. Había en su lugar una retroexcavadora y un camión de escombro, y miles de partículas olorosas ensuciaban el viento cercano al campamento migrante.

La carpa que puso el Ministerio Cristiano Templo de Alabanza fue removida porque ya no hubo una extensión al permiso. Ellos acusan que el Municipio no quiso darles más tiempo para dar ese espacio de fe, y el Gobierno Municipal le da la razón indirectamente. Fue quien ordenó la demolición con máquinas de unas estructuras que eran usadas como baño, de acuerdo con el operador de la retroexcavadora.

Hay quienes piensan que no deberían estar ahí, los de afuera. Quienes no han viajado selva ni países enteros. Al Gobierno de Estados Unidos no le conmueve verlos en el lado mexicano del río. No van a cambiar nada, ni el nuevo protocolo de ingreso a personas venezolanas, ni el Título 42. Esto lo dejó claro el lunes 7 de noviembre Eric Cohan, cónsul estadounidense en México .

Esta declaración de Cohan tuvo peso en la comunidad migrante asentada en el río. Ayer, las manifestaciones no lograban consolidarse; quienes querían levantar mantas y cartulinas tomaban demasiado tiempo en plasmar su mensaje; quienes se pondrían camisas blancas con mensajes de auxilio, no salían de sus casas de campaña.

Los rostros parecían resignados, e incluso las caminatas eran más lentas, solo para ver pasar el tiempo y esperar algún apoyo de alimentos o ropa por parte de juarenses solidarios.

Las banderas blancas que habían colocado en los toldos de sus carpas como símbolo de paz hace tres días no significaban nada ya. “Es solo un trozo de tela”, dijo una chica migrante bajo su carpa verde.

Aunque no hay día parecido al anterior en el campamento migrante, sí hay algo que se repite: los rumores.

Esos permean en la conciencia de quienes habitan a la orilla del río e insisten en los mismos discursos: los albergues te dejan incomunicado, te quitan los celulares; si cruzas y te entregas con tu familia, no te devuelven; si entras a un albergue, ya no sales; si sacas permiso en Migración en México, ya no será posible solicitar asilo en Estados Unidos, y más.

Convivir las 24 horas del día ha creado una cerrazón entre los grupos migrantes. Si llegan funcionarios o autoridades hay una actitud hostil, y si llegan asociaciones civiles solo se acercan pocos a escuchar la información que tienen.

Confían mayormente en quien lleva donaciones en especie, como comida o ropa, cobijas o hasta espacios de fe.

Hacen filas de hasta 200 personas por un apoyo condicionado a escuchar alabanzas religiosas, y aplaudir y bailar al ritmo de ellas.

Eso se ve aún arriba del bordo, antes de bajar al río. Al bajar, no hay tantos sonidos. Mientras se avanza entre las carpas, se escuchan risas y charlas. Algunos pocos llegan a discusiones intensas sobre cruzar el río, sobre lo que está pasando en políticas migratorias, sobre lo que se dice sobre ellos en los medios de comunicación.

Se ven sandalias, ropa colgada para secar, bolsas vacías de alimento o botellas vacías de agua, y colillas de cigarros.

Mirando de frente al muro fronterizo de Estados Unidos, cerca de donde termina el campamento migrante al lado derecho, los olores son más descriptivos que la vista. Huele a orines, a comida podrida, a heces fecales.

En esa zona es donde estaban las dos estructuras ahora demolidas. Estaban “llenas de aceite”, describió el operador de la máquina.

Es lo que algunos usaban de baño ante la urgencia. Quienes prevén sus necesidades dicen que van al Consejo Estatal de Población (Coespo), al Centro de Salud “Todos Somos Mexicanos”, a los establecimientos que hay al frente, y hasta a iglesias cristianas en la calle Oro, que han ido con anterioridad a ofrecerles algunos alimentos y servicios.

No tendrían que pasar por eso, según contó Santiago González Reyes, director de Derechos Humanos del Gobierno Municipal, porque hay al menos 500 espacios en los distintos albergues en la ciudad para atender a una buena parte de la población venezolana.

Estos albergues son los que forman parte de la Red Somos Uno por Juárez, unos 20 espacios que han recibido capacitaciones y talleres por parte de la Organización Internacional de Migración (OIM), el Alto Comisiónado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y el Fondo de las Naciones Unidas para las Infancias (Unicef, pro sus siglas en inglés).

Estos albergues cuentan con protocolos precisos de atención a población migrante, además de servicios como baños y regaderas, dormitorios, comida, educación y hasta biblioteca en uno de ellos, el gimnasio “Kiki” Romero.

Pero no se irán. Pretenden seguir con las manifestaciones.

De manera irregular, sin difusión y para “aprovechar a la prensa” que se encuentra esporádicamente rondando el campamento, un grupo de migrantes venezolanos conformado mayormente por hombres, se organizan para realizar una colecta. Compran pintura en aerosol, en bote, brochas, cartulinas de colores brillantes, y marcadores de color negro.

Compran a veces tela, o aprovechan las donaciones que les hacen para tomar algunas prendas blancas o cobijas para usarlas como mantas para escribir consignas.

Armaron hasta un taller de “stencil” en la carpa que funciona supuestamente como centro de acopio de la ropa que les donan.

Ayer, las consignas en cartulinas eran “DIOS BENDIGA A MÉXICO”, “GRACIAS MÉXICO POR SU APOYO” y hasta “DIOS BENDIGA A LA GN (Guardia Nacional) POR SU APOYO”. En una manta escribieron “DIOS BENDIGA EEUU Ten Misericordia de NOSOTROS”.

Piden la compasión de Estados Unidos para entrar. Se ponen las camisas blancas en las que pintaron con “stencil” mensajes parecidos, pidiendo auxilio. Se pararon de frente al muro fronterizo en El Paso, pero desde el lado juarense y oraron. Algunos agentes de la Patrulla Fronteriza toman fotos, otros se van, otros simplemente ignoran.

Le hablan a un muro de metal que fue hecho para no escuchar las súplicas de nadie, sin importar su nacionalidad. Le hablan a agentes que están ahí para recibir y rechazar migrantes indocumentados. Le hablan a elementos que no los quieren escuchar.

Ayer fueron las elecciones intermedias en Estados Unidos. Estaba en juego el poder en las cámaras de legisladores, y algunas gubernaturas. En Texas, el republicano Greg Abbott se enfrentó a Beto O’Rourke para encabezar el Gobierno de ese estado.

Por alguna razón, O’Rourke le daba esperanza a la comunidad venezolana, quien suplicaba por la salida de Abbott. El discurso promigrante del demócrata traspasó la frontera estadounidense y mexicana y llegó hasta Venezuela.

Sin embargo, ni las elecciones favorecieron al partido demócrata en Texas ni hubiera habido diferencia. El mismo partido puso al frente del país entero a Joe Biden, que fue quien ordenó el cese de la excepción al Título 42 que permitía la entrada a migrantes nicaragüenses, venezolanos y cubanos. Fue quien aprobó, también, los nuevos procesos para solicitar asilo.

Pero nadie quiere pensar en eso. A cualquier migrante que se le cuestione, no quiere pensar en que no hay esperanza de cruzar sin documentos, de cruzar el río y ser aceptado en Estados Unidos, y trabajar, juntar “plata” y poder regresar a Venezuela con capital para asegurar el bienestar de una familia entera.

A cualquier migrante que se le cuestione, aparte, no sabría que hacer si pierde la oportunidad por la que vino. Vendieron todo, casas, departamentos, motocicletas, coches y otros bienes, todo para poder viajar ocho países por la supuesta invitación que les hizo Biden hace algunos meses.

Hoy es 9 de noviembre, un día después de las elecciones. Los conteos preliminares muestran 24 Gobiernos estatales republicanos y 21 demócratas, y mayoría republicana tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.

Hasta el momento no ha habido anuncio alguno sobre nuevas medidas migratorias, y las 320 carpas que se encuentran en el bordo deberán decidir si seguir esperando entre olores fétidos, un río lleno de deshechos, dormir bajo el frío y pasar hambre, o si regresan a su país, se quedan en México o aprovechan los albergues y la seguridad que estos proveen.

En este juego de ajedrez que creen que juega el campamento venezolano en el río, ellos mueven la próxima pieza… y todas en realidad. No hay oponente, porque no hay una batalla.

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